25 mayo 2009

Una entrevista reconfortante


Siempre hablamos de aquello que no funciona, de aquello que no nos gusta, de las pésimas condiciones en las que trabajamos... pero merece la pena que también hablemos de cuando obtenemos recompensas por nuestra labor. Y no hablo de dinero ni prestigio (eso lo dejo para los/as listillos/as) sino de reconocimiento por parte de quien nos lo puede dar de corazón: nuestros usuarios.


Hoy mismo he mantenido una larga conversación con uno de mis usuarios (en mi lenguaje cotidiano: interno) que me ha animado muchísimo. Lleva 20 años en prisión (nada, cuatro días y medio) y me comentaba que siempre se había sentido engañado por parte de todos los equipos de tratamiento que le habían llevado ya que, a fin de no entrar en conflictos ni enfrentamientos, le decían lo que él quería escuchar, fuera o no fuera cierto. "Contigo es diferente: me has enseñado a gestionar el enfado, la ira, la frustración. Te has llevado buenos chascos conmigo pero siempre me has dicho la verdad, me gustase o no y no has cogido el camino más fácil: engañarme con cualquier caramelo".


Pocos minutos después, veo que detiene su discurso sobre la vivencia que tenía llevando 10 meses abstinente de toda droga y, con mirada picarona me dice: "Cuando te pregunté en la primera entrevista qué querías hacer conmigo, tu respuesta me sorprendió: verte sonreir, me dijiste. Nunca nadie le había importado cómo me sentía entre estas 4 paredes"

¿Puedo pedir más en mi labor profesional? Hoy, no.

23 mayo 2009

LOS LISTILLOS... Y LAS LISTILLAS


Supongo que todos nosotros nos encontramos en nuestra práctica profesional al típico y típica educador/a que va de listo/a. Si viéramos un documental sobre animales, podríamos decir que se trata de un ejemplar que vive inmerso en una comunidad de iguales, que acecha en cualquier momento, en cualquier circunstancia para obtener lo que quiere: ascender. No siempre se trata de ascensos laborales propiamente dichos sino de imagen, prestigio, opinión sobre ellos... Hay algunos (y muuuuchas algunas) que tienen gracia, salero, desparpajo (que diría Pajares) a la hora de engatusar a los otros pero en cambio hay algunos que deberían apuntarse a un curso CCC titulado "Cómo aparecer como el más listo y no morir en el intento".


Personalmente tengo el dudoso honor de conocer a uno de estos ejemplares. En pocos meses ha pasado de ocupar plaza (siempre como interina) en un centro penitenciario pequeño a codearse con la cream de la cream de los jefes de medio pelo. Su discurso es grandilocuente, pseudo-profesional y egocéntrico; cierto es que no pasa desapercibida a expertos observadores pero hasta que su incapacidad manifiesta para el trabajo profesional no se ponga en evidencia, saca de quicio a quienes debemos coincidir con ella.


Otro de los elementos que delata a estos ejemplares es la errática capacidad para opinar de cualquier cosa que se le plantee. Da igual si hablamos de nuevas tecnologías aplicadas a la gestión del conocimiento, de educación afectiva, de programas de violencia doméstica, de la necesidad de trabajar la educación intercultural en los centros o de la importancia de abordar la inteligencia emocional como profesionales de lo social. Estoy convencida que, de darse el caso, opinaría sobre la crisis económica, la extinción del lince ibérico, el proceso de refinación del petróleo y hasta de la exacta ubicación del temido Bin Laden. Todo con el objetivo de quedar como la educadora mejor formada e informada que existe sobre la capa de la tierra.


Entre algunos amigos y amigas compañeros de vicisitudes nos hemos planteado algunas medidas un tanto drásticas. Todas ellas, cabe decir, pasan por el paso a una mejor vida (si es que eso es posible en su caso) pero voces críticas (¡vaya con la ética!) opinan que no es educativo hacer tragar un par de ordenadores Pentium II con el equipo completo para asegurarnos que accede a las TIC 2.0. Hay algunos que con tal de chafarnos la diversión son capaces de todo.


Imagino que, como profesionales al servicio de las personas, debemos aceptar, tragar y asumir que este tipo de educadores/as existen en nuestro entorno pero... ¡qué bien viviríamos sin ellos!

20 mayo 2009

Ámbitos profesionales

A menudo los educadores sociales trabajamos codo con codo con psicólogos, trabajadores sociales, monitores, maestros ... cada uno con unos objetivos, con una metodología, con un campo de acción propio. Pero en demasiadas ocasiones los ámbitos se cruzan, se mezclan, se confunden, sobre todo con los psicólogos. En un curso sobre drogodependencias que realicé hace poco nos indicaron que la "diferencia" estriba en la pregunta que nos hacemos como profesionales. Mientras que el psicólogo se pregunta "POR QUÉ" (por qué el usuario se comporta de esta manera, por qué ha llegado a estos límites, por qué no se ha actuado antes...) el educador se centra en el "CÓMO" (cómo podemos ayudarle, cómo aprenderá ciertas herramientas, cómo se enfrentará a ...).

Dicho de otro modo, mientras el psicólogo se centra (en la mayoría de ocasiones) en el pasado del individuo para entender el presente y el futuro, el educador se centra en el futuro para poder ofrecer herramientas en el presente. Aunque parezca un juego de palabras, creo que es por este camino por el que debemos andar; está claro que debemos trabajar en equipo, cooperar con todos los agentes que influyen en la trayectoria vital del individuo, pero debemos tener claro nuestras metas, nuestro papel como profesionales sociales.

Y eso, al fin y al cabo, repercute directamente en la calidad de nuestro servicio y, por tanto, en la mejora de nuestro educando.

08 mayo 2009

Educación para el cambio


Desde la Subdirección General de Drogodependencias, me pidieron que diera una conferencia / taller de 2 horas de duración bajo el título "Educación para el cambio". Después de reflexionar sobre lo que ello significa pienso que hay ciertos riesgos en este título que merece la pena puntualizar.

Por un lado, a ninguno de nosotros nos han educado para el cambio, no creo que sea algo que se pueda "educar". Se pueden ofrecer estrategias, herramientas, puntos de vista que faciliten la reflexión pero tengo claro que los cambios se producen "desde dentro" del individuo y no "desde fuera". ¿Cuántas veces nos repitieron de pequeños y adolescentes lo que se suponía que era mejor para nosotros: siéntate bien, no vayas con esa gente, estudia, planifícate los deberes...? ¿Y cuántas veces les hacíamos caso? Con los años te das cuenta de la razón que tenían pero hasta que uno no lo ve por si mísmo, el cambio no se produce.

Eso me lleva a una segunda reflexión: ¿cuál es mi responsabilidad respecto a mis usuarios? ¿soy su salvadora? ¿soy su madre? ¿soy su consejera espiritual? No, soy educadora y debo aprehender a mi educando como un sujeto activo, como una persona adulta que tiene inquietudes, motivaciones, experiencias, opiniones... que debo respetar. Cada uno de nosotros es dueño de su vida y de escoger el camino que prefiera. En el mundo de las drogas es fácil caer en moralismos que, desde mi punto de vista, pueden acarrerar muchos problemas: debes dejar las drogas, tienes que replantear tu vida, deberías cambiar de barrio... ¿Por qué no les hablamos menos y les escuchamos más? ¿Por qué nos les preguntamos lo que quieren hacer con su vida? ¿Por qué no cambiamos el "tener que" por el ""¿te has planteado...?" "¿has pensado en...?"

Siempre que creído que mi tarea consiste en sembrar pequeñas semillas que poco a poco iré regando para que algún día lleguen a brotar, acompañando a esas semillas en su lento proceso de germinación. Los resultados, en nuestro trabajo, no son inmediatos... por no hablar de los ritmos; creo que debemos respetar los "tempos" de cada usuario, partiendo de su realidad, de su necesidad, de su voluntad... y no de la nuestra.

Este planteamiento sorprendió a los asistentes (todos educadores, mediadores y enfermeros especializados en drogodependencias) y creo que más de uno salió con unas cuantas ideas en las que reflexionar. Ese es mi trabajo.

04 mayo 2009

La formación de nuevos educadores


Algunos de los que trabajamos como educadores sociales tenemos la opción de tutorizar a alumnos que están en periodo de prácticas de la carrera. Para muchos puede parecer pesado tener a una persona "colgada" de la cintura todo el tiempo pero para otros implica tener "savia nueva", reflexionar sobre el trabajo cotidiano que llevamos a cabo, replantear algunas premisas... por no hablar de la función de formación a nuevos profesionales.

¿A cuántos de nosotros nos hubiese gustado tener la oportunidad de conocer un determinado ámbito profesional antes de empezar a trabajar? ¿Cuántos compañeros/as han dado tumbos profesionales de un lado a otro hasta encontrar aquello que buscaban? ¿Cuántas veces hemos "probado" diferentes tipologías de usuarios hasta encontrar aquél con el que estamos cómodos? Tutorizando a alumnos en prácticas damos la oportunidad de enseñar lo que se hace en la práctica, en el día a día y, de paso, cuestionarnos la tan temida premisa: "¿por qué se hace esto así?"; a veces la respuesta es tan simple que asusta: "porque siempre se ha hecho de la misma manera". ¿No sería hora de reformular viejas instrucciones? ¿No sería necesario, por nuestro bien y por el de nuestros usuarios, que revisásemos algunas directrices, procedimientos, circuitos...?

Este año, después de reflexiones y conflictos internos, he decidido presentarme como tutora para el próximo año escolar. No sé qué tipo de alumno sale actualmente de las facultades de educación social pero de lo que estoy segura es que estarán tan asustados e inseguros como yo lo estuve hace ahora... unos cuantos años.