02 octubre 2013

No dejaría nunca de ser educadora social porque...

No dejaría de ser educadora social porque como diría el cazador de elefantes más célebre de nuestro país, “me llena de orgullo y honda satisfacción”… Ahora en serio, ser educadora para mí es una vocación hecha realidad, una oportunidad de acompañar a aquellos que más los necesitan, aquellos a los que el sistema económico, las políticas sociales o la sociedad en general les ha dado la espalda. Algunos de ellos han sido históricamente “invisibilizados” como las personas privadas de libertad, los sin techo, los consumidores de drogas, las prostitutas…

Desgraciadamente, el momento económico actual provoca que cada vez sean más los potenciales usuarios de la Educación Social, no sólo en número sino también en tipología: gente mayor, familias sin ingresos, jóvenes sin hogar ni empleo, inmigrantes… Paradójicamente, los recortes afectan especialmente a los
servicios sociales básicos que podrían paliar, en gran medida, el sufrimiento de esta parte de la población.

Pero volviendo a lo que nos ocupa, considero que ser educadora social no es fácil. Me refiero a que no sólo sirve con tener estudios (carreras, grados, masters, cursos…) sino que se requiere de algo más. No sabría concretarlo bien (¡no soy de gran ayuda!) pero sí me atrevería a destacar que un buen profesional de lo social, ante todo, debe conocerse bien a sí mismo. Saber los límites y potencialidades de cada uno evita, por ejemplo, trabajar con colectivos que nos pueden superar, mejorar aquellos aspectos que pueden entorpecer nuestra labor, aprovechar las propias virtudes para allanar la labor social…

Quizás una de las diferencias con otros colectivos profesionales ajenos al ámbito social es que el educador social no sólo se ciñe a un horario laboral establecido sino que es educador las 24 horas del día. Las habilidades, estrategias, herramientas que ponemos en juego en nuestro lugar de trabajo no se dejan encima del escritorio al salir de allí sino que van con nosotros a lo largo de la jornada; quizás por ello es más factible llevarnos los problemas a casa, dar con una posible solución a un caso mientras haces la comida o pensar en cómo mejorar ese informe mientras comentas con unos amigos la última película de Almodóvar.

Empezaba esta entrada citando a un gran cazador y me despido recordando que hoy, 2 de octubre, es el Día Internacional de la Educación Social. Mis felicitaciones a todos los que, a pesar de las circunstancias y los pesares, siguen ofreciendo lo mejor de sí mismos a sus educandos; a los que nunca recibirán un Goya ni un Premio Nobel pero a cambio recibirán el mudo agradecimiento de las personas a las que acompañan.