24 mayo 2020

La posible nueva vulnerabilidad

Es evidente que esta pandemia ha cambiado hábitos, rutinas, ha generado situaciones totalmente nuevas y han surgido nuevas necesidades. Nuestra escala de valores se ha visto cuestionada y la manera de relacionarnos con los demás ya no volverá a ser la misma. Es lo que se ha pasado a denominar "la nueva normalidad".

Pero además, podemos estar ante un cambio de paradigma entorno al concepto de vulnerabilidad, que podemos definir como:
"Capacidad disminuida de un individuo o grupo de personas para anticiparse, hacer frente y resistir a los efectos de un peligro y para recuperarse de los mismos"
Hasta mediados de marzo teníamos claros los grupos de población más vulnerables: personas con diversidad funcional o dependientes, los desempleados de larga duración, las familias desestructuradas, los inmigrantes... y también teníamos claras las medidas necesarias para hacer frente a sus necesidades (aunque no se pudiesen llevar todas a cabo).

Pero desde que el COVID19 entró en nuestras vidas, puede que nos encontremos con que los grupos de riesgo de exclusión social varíen. El Ministerio de Sanidad indica que hay unas 34.000 personas curadas que podrían ser ya inmunes a la infección y por tanto podrían ser las primeras en retomar sus actividades. Estarían en posesión (como mínimo en Alemania) de un carnet identificativo de esa inmunidad. Por ello, estar en posesión de esa condición inmune podría favorecer mejores oportunidades laborales y más posibilidades de integración social, como mínimo a corto plazo.


Ya no hablaríamos exclusivamente de criterios socioeconómicos para medir la vulnerabilidad de una persona o familia sino que también vendría dado por una prueba médica. ¿Es posible que algunos de los que hasta marzo formaban parte de los grupos de riesgo de exclusión social pasen a tener mejores condiciones y los que gozaban de un mínimo vital pasen a engrosar la lista de los más vulnerables? ¿Será necesario repensar el tipo de ayudas sociales y los criterios para otorgarlas? ¿O solo se tendrá que añadir al informe de valoración unas preguntas como 'Ha sido diagnosticado con neumonía de Wuhan' o 'Tiene el carnet de inmune'? ¿Y qué valor le daríamos a las posibles respuestas? ¿Estarían al mismo nivel que aquellas relacionadas con los ingresos económicos o la empleabilidad? ¿Y qué sucedería con los que estando previamente en los grupos de alta vulnerabilidad no sean inmunes? ¿Se acentuaría su situación?

Teniendo en cuenta la enorme pérdida de puestos de trabajo que esta situación ha generado, los que puedan acceder primero al mercado laboral podrían copar las plazas disponibles dejando atrás a muchísimos ciudadanos que en otro contexto podrían haber accedido. No se trata de decidir quién tiene derecho o no a un puesto de trabajo, ¡por supuesto!, sino de reflexionar sobre los cambios que ese tipo de situaciones podría conllevar.

Por no hablar del impacto psicológico y emocional que puede causar el hecho de pertenecer a uno u otro grupo por el simple hecho (involuntario) de ser o no ser inmune al virus. Quizás el argumentario de fondo de la película "Divergente" no vaya tan mal encaminado...

Está claro que aún está todo en el aire y la realidad irá evolucionando constante y velozmente. Debemos estar atentos a las evoluciones que se vayan produciendo y, sobre todo, a la capacidad de adaptación de los diferentes agentes sociales entre los que incluyen, cómo no, la Educación Social.


Sobre este tema y sobre la incorporación de la figura de la Educación Social en los centros educativos hablé el pasado 4 de junio de 2020 en un directo en el Instragram del Col·legi d'Educadores i Educadors Socials de Catalunya (CEESC) @ceesc_cat. https://www.instagram.com/p/CBBawpbIemw/ (entrevista en catalán)


17 marzo 2020

Educación social en época de COVID-19

Huelga decir que la situación que se está viviendo a lo largo y ancho de nuestro mundo nos ha desbordado como individuos, sociedad, clase política y estructura económica.

Ha sacado lo peor de muchos de nosotros pero como educadora social me debo quedar con todas las muestras de solidaridad espontánea, de dedicación a la gente mayor, de inciativas por parte de los jóvenes, de la generosidad de profesores, artistas, cómicos, escritores, profesionales de todas las ramas.. para hacer nuestro confinamiento más llevadero. Desde mi ventana oigo como las vecinas se preguntan entre sí si están bien y si necesitan algo. Creo que algunas de ellas apenas habían intercambiado unas frases en los últimos años. 

¿Que hay miserables que intentan aprovecharse y obtener beneficios de esta situación? Por supuesto. ¿Que hay irresponsables que desoyen de forma intencionada las medidas preventivas marcadas por los principales organismos? También. Pero también nos debemos centrar en todos aquellos individuos que, haciendo acopio de resiliencia, generosidad, esfuerzo y sentido de la responsabilidad, luchan cada día al lado de los más vulnerables.

Gracias a educadordemenores.com por la imagen
Y en eso, las educadoras sociales, somos expertas. Cuando escogemos esta profesión sabemos que si salimos en los medios no será buena señal, no nos aplaudirán después de un buen trabajo, los esfuerzos titánicos y las frustraciones nos la llevaremos con nosotras sin que apenas nadie las perciba, recibiremos de algunas personas actitudes prepotentes y hasta muchos de nuestros usuarios nos lo pondrán difícil.

Contamos con medios precarios, convenios insuficientes, ingresos dependientes de subvenciones y ayudas de terceros, inestabilidad laboral... pero seguimos al pie del cañón sean cuales sean las circunstancias. Cuando las cosas van mal (y estos días son un clarísimo ejemplo), la educación social se vuelca en seguir atendiendo a sus usuarios aún a riesgo de infectarse. 

Seguimos reclamando nuestro sitio en la sociedad en igualdad de condiciones que otras profesiones, con unas condiciones de trabajo dignas, pero en estos momentos, lo importante es proteger a los más vulnerables y eso pasa, también, por protegernos a nosotros mismos y no ser foco de contagio. 

Hacemos un llamamiento para atender como es debido a los internos de los CIE's, a los niños/as que conviven en Centros Residenciales, a los que cumplen condena, a la gente mayor en las residencias de ancianos, a los no acompañados, a los dependientes, a todas las personas que duermen en la calle (la paradoja de tener que estar confinado sin tener un techo es rocambolesca) y, por ende, a todos los profesionales implicados.

Que estos días nos sirvan de reflexión, crítica, autocrítica y aprendizaje, pero no solo de lo egoístas que podemos llegar a ser algunos (que también) sino de los retazos de humanidad que afloran cuando nos sentimos amenazados como sociedad.

Y que cuando el COVID-19 forme parte del pasado, seguirán existiendo los colectivos que volverán a ser invisibilizados pero, una vez más, tendrán a la Educación Social siempre de su lado.