24 abril 2009

¿Quién cuida al cuidador?




En el Grupo de Educación Emocional que hemos constituido, queremos abordar un aspecto que muchas veces parece olvidado en la educación social: cuidarnos a nosotros mismos. Estamos acostumbrados a decir a los demás lo que es mejor para ellos, lo que implica un comportamiento normalizado, el peligro de ciertas conductas, la necesidad de expresar las emociones... pero ¿cuántos de nosotros se ha preguntado cómo lo aplica uno/a mismo/a?

Este es uno de los aspectos que queremos trabajar en el programa de Educación Emocional (título provisional) para trabajar con internos/as de los centros penitenciarios de Catalunya (España). Y aunque en un principio parece sencillo (somos profesionales y tenemos claro lo que tenemos entre manos... ¿o no?) a la hora de la verdad surgen preguntas complejas de responder:
  • ¿Soy consciente de las emociones que me causan más impacto?
  • ¿Tengo estrategias para superar estados de ira, enojo, frustración, rabia...?
  • Si alguien me pidiese que diferenciara entre "ira" y "odio", ¿podría responder sin balbucear demasiado ni pedir un portátil con WiFi?
  • ¿Cómo reacciono frente a situaciones de estrés extremo? ¿Y de rabia?
  • ¿Cómo me influye mi entorno a la hora de gestionar mis emociones?
  • ¿Soy consciente que en mi trabajo tengo que elaborar contínuos procesos de duelo?
  • ¿Tengo claro qué tipo de canalización me puedo permitir como educador/a social?
  • ¿Soy consciente que mis emociones influyen decisivamente en la forma en que hago mi trabajo?
  • ¿Sé controlar aquellas emociones que pueden causar efectos nocivos en los demás, sobre todo como profesional de la educación?
  • ¿Soy coherente entre lo que digo y lo que hago en referencia a la identificación, gestión y canalización de las emociones?
  • ...
Y así un sinfín de preguntas que ahora mismo tenemos en el aire.

Contamos con Carmen Boix i Casas, docente y terapeuta emocional, que realiza talleres vivenciales que espero nos arroje un poco de luz a todas estas cuestiones que creemos tienen que ver directamente con nuestra labor profesional y que hasta ahora, muchos de nosotros/as habíamos dejado de lado.

16 abril 2009

LA IMPORTANCIA DEL TRABAJO CORPORATIVO

Como diría un jefe mío, me gustaría abrir un "espacio de reflexión y debate" acerca de la importancia del trabajo corporativo. Soy de la opinión que cuanto más trabajemos en red, apoyándonos entre nosotros y aprendiendo los unos de los otros, más enriquecemos nuestro trabajo.

Lástima que no todo el mundo piense de la misma manera. Conozco de cerca a algún compañero que cierra bajo llave todo lo que él considera que es "suyo", aunque se trate de material de oficina a compartir. Los informes los guarda en un disco duro portátil que siempre lleva consigo y cuando tiene que coordinarse con su compañera, lo hace en voz baja, casi en susurros, supongo que con la idea que "no nos copiemos".

Esta mentalidad no casa con las prerrogativas educativas actuales ni tan sólo con las premisas comerciales y de rendimiento más empresariales. Cada vez más se apuesta por el trabajo en equipo, la cooperación entre profesionales, no sólo entre los compañeros más cercanos sino también con gente a la que no conocemos y que se haya a kilómetros de distancia.

Un ejemplo de ello es la iniciativa de Colectivo Educadores, link que he añadido a la lista, que intenta agrupar los blogs de los educadores y establecer vínculos de colaboración e intercambio. Blogs como el de Sicotema que intenta llegar a acuerdos entre Iberoamérica y Europa en temas sociales... y tantos y tantos otros ejemplos.

¿No es función del educador social el potenciar la habilidad de relación y la creación de lazos afectivos de los usuarios con los que trabaja? ¿El trabajo corportativo / colaborativo no es una habilidad de relación? Parece que no todo el mundo lo tiene igual de claro.

15 abril 2009

¿Nuestro trabajo es válido?

Os preguntaréis el motivo del título... pues bien, después de 8 años como educadora en centros penitenciarios, en poco más de 15 días, he vivido la fuga de dos internos que habíamos sacado temporalmente. Las circunstancias que envolvieron la huida no son importantes pero sí la sensación de impotencia, rabia, desilusión, frustración y un largo etcétera que eso te genera.

En la última de ellas, además, se produjo en un instituto de secundaria donde habíamos ido a dar una charla sobre drogas; la huida se llevó a cabo frente a la mirada atónita de 60 - 70 alumnos de entre 14 y 16 años. Comentarios como: "vaya gentuza, por una vez que los sacan y aprovechan para irse" fue los más comentados.

Los otros dos internos que venían actuaron de forma acertada, colaboradora, correcta... y con eso nos quedamos pero las explicaciones a la policía local, fuerzas de seguridas, director del instituto, claustro de maestros... y el resto de alumnos del instituto marcó aquel día y los días siguientes.

A raíz de estos dos incidentes, en lapso de tiempo tan corto, te hace replantear tu trabajo, tus objetivos, tus actuaciones, tus pensamientos y hasta tu futuro profesional. ¿Hasta qué punto es válido nuestro trabajo? ¿Hasta dónde podemos llegar? ¿Dónde acaba mi responsabilidad y empieza la del otro?

Estas y otras tantas preguntas me las sigo haciendo días después de lo ocurrido. Espero que la confianza en nuestro trabajo vuelva con la misma fuerza que antaño.