17 febrero 2012

La educación social y el control institucional


Post elaborado por Kaotot Blackriver (nick), educador social de 29 años, postgrado en comunicación - expresión, estudiante de arteterapia. Adora la creatividad y la danza libre. Cree en el potencial humano y lo demuestra trabajando como dinamizador de un casal de gente mayor y como agente de salud en www.stopsida.org 
Es @kaotot en Twitter
Su blog: http://kaotot.blogspot.com


Me escribe @Seraxx en tal día como 01-02-2012 para ver si quiero hacer un artículo para su blog. Y me emociono... ¿Una educadora de los pies a la cabeza con amplia experiencia me pide a mí -que terminé la diplomatura en 2007- un artículo sobre educación social? Y más en este momento híbrido en que me queda un año para terminar arteterapia. En que no sé si "soy" jilguero, canario, geranio o palillo.

Manos a la obra. ¿Que puedo decir sobre la educación social sin repetirme? Acompañar, facilitar los recursos culturales existentes, la creación de un vínculo, la buena distancia, los límites, crear el marco. Escuchar. Habilidades sociales (todavía no sé qué son), trabajo en equipo (quién diga que es fácil miente), formación permanente...Estos y muchos más ingredientes aparecen en el día a día del/a educador/a social. Hay algo que aparece en el blog Educació social des dels inicis en boca de Violeta Núñez y que (me) resulta difícil de gestionar: la institución pide control, registros, objetivos claros y resultados inmediatos invocando a la eficiencia. El/la educador/a trabaja para la institución y con la persona. Detecta las posibilidades en el terreno de lo formal y lo informal, manteniéndose presente. Yo diría que convocando un deseo de la persona y grupo (de personas) que acompaña. Todo esto sin recetas. 

¿Es posible explicar a la institución que algunos de sus mecanismos generan lo contrario que el proyecto institucional se ha planteado? ¿Puede el/la educadorx transgredir "la norma"? Mi tentación con respecto a la segunda pregunta sería si. Pero reflexionando diría algo que no sé si me hace ser realista o conformista: la institución tiene mecanismos reguladores que impiden que uno de sus "habitantes" puedan "transgredir". Entonces pasamos al segundo término importante: el tiempo (los tiempos). Iniciar cambios en la institución para mejorar el acompañamiento y empoderar a las personas requiere de tiempo, paciencia y tolerancia a la frustración. El que quiera metas claras, objetivos definidos y estancos, cuestionarios cuantitativos y seguridad puede ubicarse en otra formación. 

En educación social, sin ser terreno de ambigüedad, se construye cada vez algo nuevo, con cada persona y profesional. Esa es quizá la magia que hace que no podamos responder pasivos con el "todo vale" si no con un saber que requiere de actualización constante y mucha mucha presencia y capacidad de gestión emocional.

08 febrero 2012

Tomando un café con una educadora X

Post elaborado por Educadora X 
Trabaja en un Centro de Reeducación de Menores 
Estudia el Grado de Psicología 
En twitter es @AfricaAbril
Su blog http://educacionsocialamg.blogspot.com 


El Blog de Montserrat ha llamado a mi puerta y yo le invito a pasar. Me imagino a Montserrat sentada en el salón de mi casa tomándonos un café con leche y conversando sobre nuestra profesión. Ha venido a escucharme y yo le cuento:

“Así que quieres que te cuente mi experiencia como educadora social… Para empezar te diré que no es fácil describir una experiencia socioeducativa donde me quedan todavía muchas cosas por descubrir. No me considero una gran profesional, sino más bien una aprendiza. Me he dedicado a muchas cosas en mi vida y este trabajo lo vengo desarrollando desde hace tan sólo tres años. El trabajo que hemos de desarrollar los educadores y educadoras que trabajamos con menores que han de cumplir medidas judiciales es muy complicado. Se mezclan muchas emociones y también dudas. También mucha ilusión y buenos deseos. Emociones que se van despertando al conocer la educación que han recibido estos niños y niñas, junto con las experiencias que les ha tocado vivir, y que realmente no merecen, pero que ocurre por todas las injusticias que tienen lugar en la sociedad. Y todas estas experiencias que ellos viven verdaderamente les marcan, casi siempre, para toda la vida y que hasta que no conocen otras experiencias, no empiezan a despertar, para así poder proyectar una vida mejor, más digna y sin etiquetas estigmatizadoras.

Mi vida laboral comienza a los 15 años. Me dejé los estudios como aquella adolescente, que sin libros en su casa (a mi madre le enseñé yo a leer y escribir) y con la imposibilidad de comprarme unos vaqueros Levi,s Etiqueta Roja, me vi motivada a trabajar. A los 18 años me di cuenta que me estaban explotando. No quería seguir toda mi vida detrás de ese mostrador que vendía un producto que detestaba: el oro. Me volví a matricular para terminar el BUP, lo que ahora es la ESO, y estaba movida a estudiar Enfermería. Cambié de trabajo y también estudiaba. También disfrutaba mucho con mis amigos y amigas de aquella época, algunos todavía los conservo. Antes de terminar el BUP también estudié FP Rama Sanitaria, y pronto pude trabajar como Auxiliar de Enfermería, dentro de un contexto de planificación familiar, en una clínica donde se practican interrupciones voluntarias de embarazo, y más tarde en un área de Maternidad, atendiendo partos. En esa época llegó el amor y gracias a él cambié de nuevo de trabajo, un trabajo que me ha posibilitado conocer mundo: América Latina y el Norte de África. Trabajé en una ONG durante cinco años, una gran experiencia de la que he aprendido muchas cosas de las que ahora soy, y que ha podido alimentar parte de mi vocación. Más tarde el amor se rompió y volví a cambiar de trabajo. Tenía un hijo de 3 años, un trabajo fijo, pero que no tenía que ver conmigo, salvo en pequeñas cosas que yo me iba construyendo. Entonces volví a retomar mis estudios para llenar mi vocación, y con la edad de 36 años me matriculé en la universidad para estudiar Educación Social. Entonces me despidieron de aquel trabajo (donde pude conocer  a algunos políticos valencianos y pequeños hilos de la corrupción que hoy sale a la luz) y estuve dos años parada, pero sin parar de trabajar y estudiar por mí cuenta. 

Me preparé un proyecto educativo para trabajar en las escuelas públicas, llamado “Un Joc per a Cada Día” dentro de un programa de actividades extraescolares, coordinando todo el programa durante dos años. Pero la prestación por desempleo se acaba y este proyecto no me proporciona el sustento necesario, así que me vuelvo abrir al mercado laboral. Pronto doy con una educadora que trabaja en un centro de reeducación de menores, que al contarle mi situación, me pide mi currículum. Al día siguiente me veo trabajando en el centro donde todavía hoy continúo. 

¿Y qué decir de mi trabajo con los menores en este centro? Pues que son ellos los que me enseñan. Muchos de ellos de América Latina y el Norte de África, ese mundo que yo conocí en mi trabajo de cooperación internacional. Pero también me enseñan mis compañeros y compañeras, tanto los grandes profesionales, como los que no lo son tanto.

Más de cuarenta educadores con diferentes titulaciones, pero realizando las mismas funciones por el momento, trabajamos en este centro. Un centro joven que lleva menos de cuatro años en activo, y un centro que apuesta por la innovación. Por el momento estamos trabajando para eliminar acciones como sanciones o correcciones educativas, y transformar la acción sancionadora por tareas educativas, según las necesidades específicas de cada menor. Por lo tanto, cambios continuos, mucho trabajo, mucha responsabilidad. Las herramientas que más me ayudan son el sentido del humor, el juego, las ganas de aprender de mis compañeros, y la confianza y afecto hacia los menores. Son ellos los que te buscan, son ellos los que tienen la llave de su vida. Nosotros sólo somos un punto en el que se pueden apoyar, y nosotros hemos de aprender con cada uno de ellos a guiarles en la dirección correcta, con las motivaciones y estímulos oportunos. Y Montserrat, te podría contar muchas aventuras, pero eso lo dejamos para otro café con leche o un gin tonic, algún día de estos.

Invito desde aquí a que todos y todas tengamos presentes el código deontológico del educador social. Imprescindible. 

04 febrero 2012

Trabajo en un CRAE


Post elaborado por David Jané Bonastre, educador social en el CRAE En Polzet. 
@davidjane1976 en Twitter

Cuando Montserrat me preguntó vía Twitter si me gustaría hacer una entrada en su blog hablando del Educador Social en los CRAEs basada en mi experiencia, mi primera reacción fue "vaya, estaría bien poder decir algo". Estaba en medio de una reunión en el centro y como me encontraba en harina, me pareció una idea genial. Al rato, y después de echar una ojeada a su blog (una vez más), pensé: "jod... y que puedo ofrecer yo aquí?", dado el gran nivel de las entradas realizadas y los comentarios de la gente que lo lee. Después de darle un par de vueltas más, se me agolparon las historias vividas y las cosas de las que podría hablar y llegué al punto de que a lo mejor debería escribir no una entrada en su blog, sino un libro, o una sitcom al más puro estilo americano. 

La vida en un CRAE, aunque supongo que muchos la conoceréis, es muy parecida a una mezcla de cosas (volviendo al formato televisivo): tiene momentos de comedia de situación, de drama, de historias de terror y hasta de momentos del más puro estilo CSI. Es un lugar donde nunca dejas de aprender, de enseñar, de reírte, de (metafóricamente y a veces hasta literalmente) llorar, enfadarte, hacer enfadar, pasar momentos de tensión, de emoción, de dolor, de pérdida... Cada día que pasa te da la sensación de que a lo mejor has dado un paso hacia delante con un chic@ o niñ@, pero dos (hasta tres) hacia atrás con otr@. Trabajas siempre sabiendo que ellos y ellas te conceden, cuando lo desean, el permiso para que les "eduques". Los vínculos, aunque creas que los generas tú, son ellos que te ceden ese "derecho". Nunca hay que olvidar que un niñ@ de CRAE viene porque lo tutelan a la fuerza (de hecho, en estos 12 años, sólo recuerdo 2 casos de chavales que llegaron al centro dando las gracias por haberles sacado del entorno donde estaban metidos), por lo que nunca hay que olvidar que podrás ayudarles si ell@s quieren. 

Ese es el momento mágico: cuando ves que ese muro de resistencia ante ti, el extraño ser que está en esa extraña casa donde hay 19 niñ@s más, cada cual más asilvestrado/a, se cae. Y por qué se cae ese muro? Y cuando lo hace? Esas son las grandes preguntas. No hay fecha límite. Primero quieren ver hasta dónde vas a llegar tú, te ponen a prueba para ver si esa supuesta autoridad (moral, emocional, de liderazgo, de apoyo, de enseñanza) que los demás habitantes de la casa te han concedido, también merece ser entregada por parte del "nuevo". Este "nuevo" intentará llegar hasta el límite (en ocasiones institucional) para ver cómo respondes tú (y tus compañer@s) y para ver cómo responden los demás niños y niñas. Si en ese "test de pruebas" detectan que, por mucho que lo intenten, tú no caes ni (lo más importante) le dejas caer a él, y que los demás siguen manteniendo esa confianza en ti, será cuando el muro que parecía de granito, se empezará a deshacer cual trozo de papel mojado.

Ahí está (si me permitís la cursilería) la belleza de este trabajo. Este juego de cesiones por parte de ambas partes, esa cuerda que, aparentemente tiramos de los dos lados por igual pero que, en el fondo, el educador (con los años y la experiencia) va soltando o corrigiendo para llegar al objetivo final: que el otro se deje ayudar.

Siempre me he hecho la imagen de un niño cuando llega al centro basado en los colores. Me explico: cuando un niño llega a una institución, es de color gris: triste, malhumorado, rabioso (ante ti porque eres la figura del "malo" que le ha sacado de su familia, pero en el fondo contra su familia y la imposibilidad de esta de cuidarle), transgresor... El día que se van (en un gran número de casos), ese gris ha mutado hacia un color. El color en concreto es el de menos. Ya no es gris, que es lo importante.