30 diciembre 2013

Las tres 'epidemias letales' de las cárceles españolas: infartos, drogas y suicidios

En esta ocasión me hago eco de un artículo publicado el 23 de diciembre de 2013 en http://vozpopuli.com/actualidad/36356-las-tres-epidemias-letales-de-las-carceles-espanolas-infartos-drogas-y-suicidios y que considero importante conocer los datos y la interpretación que de ellos se puede hacer.
Resaltar que en este estudio NO están incluidas las prisiones de Catalunya por tener competencias propias en materia penitenciaria.

Un estudio confidencial de Instituciones Penitencias revela que cada dos días muere un recluso en nuestras prisiones. Las enfermedades de corazón, las sobredosis y el ahorcamiento, a la cabeza de las causas de los 166 óbitos registrados en 2012.

¿Cuántos reclusos mueren al año en las cárceles españoles? ¿Cuáles son las causas de los fallecimientos? Un informe confidencial elaborado por Instituciones Penitenciarias sobre la mortalidad entre rejas revela que en 2012, último año del que hay datos completos, se produjeron 166 óbitos 'entre rejas'. Es decir, uno cada dos días. El estudio (que no incluye las cárceles de Cataluña, que dependen de la Generalitat) también detalla los motivos de los mismos: desde enfermedades como una meningitis e infartos atragantamientos por culpa de un hueso de pollo, pasando por sobredosis de estupefacientes y el suicidio. La inmensa mayoría de las víctimas fueron varones y se situaban en la franja de edad que va de los 40 a los 45 años.

Los 166 presos muertos entre rejas en 2012 supone un repunte respecto a las cifras de los últimos años. La tasa de mortalidad se sitúa ahora en 2,78 muertos por cada mil internos

El informe, realizado por la Subdirección General de Coordinación de Sanidad Penitenciaria, revela que los 166 muertos el año pasado suponen una tasa de mortalidad de 2,78 muertes por cada mil internosligeramente superior a la de los doce meses anteriores, cuando se situó en 2,41. La cifra supone, de hecho, un ligero repunte a lo que en los seis años anteriores habían sido una tendencia a la baja respeto al número de fallecimientos entre la población reclusa, y ello a pesar del acusado descenso del número de internos de los últimos años. Por sexos, el 96% de los muertos eran varones y en sólo seis casos la persona fallecida fue una mujer.Una desproporción que no se justifica sólo por el dispar número de hombres y féminas entre rejas. De hecho, la tasa de mortandad entre los primeros se acerca al 3 por 1.000 internos, mientras que en el de las segundas se queda en el 1,3 por 1.000.
También llamativa es la desproporción en los grupos de edad. El 50% de las muertes se produjo en reclusos situados entre los 39 y 52 años, con una media de edad total de 46,5 años. No obstante, la franja de edad más castigada por la mortalidad es la que va de los 40 a los 45 años. En cuanto al lugar donde finalmente se produjo el óbito,dos de cada tres (118) murieron en el propio centro penitenciario donde estaban recluidos, mientras que los 48 restantes tuvieron lugar en los hospitales a los que fueron trasladados para tratar sus dolencias.



Nueve fallecimientos por Sida
En la mayoría de las muertes, la causa final fue "natural" no relacionada directamente con el VIH o virus del Sida. En total, 96 personas (94 hombres y dos mujeres) murieron por alguna enfermediad común, entre las que destacan las cardiopatías isquémicas o infartos agudos de miocardio (27). Otras 26 más fallecieron de otras patologías "circulatorias". Le siguen los tumores, con 20 casos, de los que seis eran de pulmón. Ya a distancia, figuran ocho muertes por enfermedades respiratorias,seis por hepatitis crónica por virus C, cinco por sepsis, una más por hemorragia digestiva y otra por meningitis meningocócica. En dos casos, no se pudieron determinar las causas del óbito. Muertes directamente relacionadas con el Sida, Instituciones Penitenciarias sólo menciona nueve.
De los 25 presos que se suicidaron durante 2012, 23 eligieron el ahorcamiento para hacerlo y los dos restantes lo hicieron con "heridas producidas por autolesión"
También significativo es el número de fallecimientos fruto de lo que los autores del informe definen como"reacción adversa a drogas", las vulgarmente conocidas como sobredosis: 31. De ellas, 29 corresponden a varones y sólo do,s a mujeres, con un denominador muy llamativo: la baja edad media, ya que fue de 34 año, doce menos que el de la totalidad de los fallecimientos. De las víctimas, ocho estaban incluidos en los Programas de Mantenimiento con Metadona (PMM) que existen en las cárceles para hacer frente a las drogodependencias, y en todos ellos los estudios toxicológicos de los cadáveres encontraron restos de benzodiacepinas, el principio activo de medicamentos como el 'Valium'. En otro importante número de fallecimientos por sobredosis también se encontró presencia de esta sustancia junto a estupefacientes como la cocaína.
También muy elevado es el número de suicidios. En total, 25 (sólo una mujer), de los cuales 23 se produjeron en centros penitenciarios y dos en las unidades de custodia de los hospitales a los que habían sido trasladados. Esto sitúa la tasa en 0,41 por mil internos en 2012, casi el doble que el año anterior. "Las tasas antes citadas, aunque sensiblemente inferiores a las habituales en la Unión Europea, son superiores a las de la población general", señalan los autores del informe que destacan que en las cárceles "se concentran muchos de los factores de riesgo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) asocia al suicidio". La edad media de los reclusos muertos por esta causa se situó en 42 años. El estudio de Instituciones Penitenciarias revela que en 23 de los óbitos el método elegido por el interno para matarse fue el ahorcamiento y sólo en 2 a "heridas producidas por autolesión".
Muertes por atragantamiento
En el apartado de 'buenas noticias', el informe de Prisiones destaca que en 2012 no se produjeron muertes por agresión, la primera vez que ocurre desde 2005. Sin embargo, el número de fallecimientos "accidentales" se elevó a cinco. De estos, tres se produjeron por "atragantamiento por bolo alimentario", uno más por la rotura del bazo fruto de un accidente de tráfico que el preso había sufrido a la vuelta de un permiso, y la última, provocada por un hueso de pollo. El informe destaca que en los últimos diez años la media de fallecimientos por causa accidente había sido inferior a los tres internos por año. En 2012 prácticamente se dobló.
Instituciones Penitenciarias también ha contabilizado la muerte de 17 presos de permisos y tres que tenían instaladas una pulsera de control telemático
El estudio de Instituciones Penitenciarias también analiza la incidencia de estas muertes en cada centro penitenciario concreto así como la comparación con el número de "casos esperados" en cada uno de ellos. En este sentido, los responsables sanitarios de las cárceles destaca el elevado número de fallecimientos registrados en dos cárceles gallegas, las de Teixeiro y Lugo-Bonxe, y en una andaluza, el centro psiquiátrico de Sevilla. En la primera se contabilizaron nueve muertes (la que más de toda España) para una población de 1.171 presos. En la segunda cuatro, cuando sólo cuenta con 302 internos. Y en la sevillana, el mismo número para sólo 176 reclusos. En el extremo opuesto está la cárcel de Huelva, donde los "casos esperados" se situaban entre tres y cuatro, y finalmente no se produjo ninguno.
Finalmente, el informe dedica un apartado a los "fallecidos en situación de permiso u otras asimilables". Así, señala que han sido 24 los reclusos que no estaban en régimen cerrado los que han fallecido en los doce meses de 2012. De ellos, la mayoría (17) estaban disfrutando de permisos, tres más estaban bajo control de una pulsera telemática, uno más en unidad de rehabilitación y los tres últimos en "situaciones asimilables" que el estudio no concreta. De todos ellos, 23 eran varones y sólo uno mujer. La edad media, 45,5 años.

02 octubre 2013

No dejaría nunca de ser educadora social porque...

No dejaría de ser educadora social porque como diría el cazador de elefantes más célebre de nuestro país, “me llena de orgullo y honda satisfacción”… Ahora en serio, ser educadora para mí es una vocación hecha realidad, una oportunidad de acompañar a aquellos que más los necesitan, aquellos a los que el sistema económico, las políticas sociales o la sociedad en general les ha dado la espalda. Algunos de ellos han sido históricamente “invisibilizados” como las personas privadas de libertad, los sin techo, los consumidores de drogas, las prostitutas…

Desgraciadamente, el momento económico actual provoca que cada vez sean más los potenciales usuarios de la Educación Social, no sólo en número sino también en tipología: gente mayor, familias sin ingresos, jóvenes sin hogar ni empleo, inmigrantes… Paradójicamente, los recortes afectan especialmente a los
servicios sociales básicos que podrían paliar, en gran medida, el sufrimiento de esta parte de la población.

Pero volviendo a lo que nos ocupa, considero que ser educadora social no es fácil. Me refiero a que no sólo sirve con tener estudios (carreras, grados, masters, cursos…) sino que se requiere de algo más. No sabría concretarlo bien (¡no soy de gran ayuda!) pero sí me atrevería a destacar que un buen profesional de lo social, ante todo, debe conocerse bien a sí mismo. Saber los límites y potencialidades de cada uno evita, por ejemplo, trabajar con colectivos que nos pueden superar, mejorar aquellos aspectos que pueden entorpecer nuestra labor, aprovechar las propias virtudes para allanar la labor social…

Quizás una de las diferencias con otros colectivos profesionales ajenos al ámbito social es que el educador social no sólo se ciñe a un horario laboral establecido sino que es educador las 24 horas del día. Las habilidades, estrategias, herramientas que ponemos en juego en nuestro lugar de trabajo no se dejan encima del escritorio al salir de allí sino que van con nosotros a lo largo de la jornada; quizás por ello es más factible llevarnos los problemas a casa, dar con una posible solución a un caso mientras haces la comida o pensar en cómo mejorar ese informe mientras comentas con unos amigos la última película de Almodóvar.

Empezaba esta entrada citando a un gran cazador y me despido recordando que hoy, 2 de octubre, es el Día Internacional de la Educación Social. Mis felicitaciones a todos los que, a pesar de las circunstancias y los pesares, siguen ofreciendo lo mejor de sí mismos a sus educandos; a los que nunca recibirán un Goya ni un Premio Nobel pero a cambio recibirán el mudo agradecimiento de las personas a las que acompañan. 

23 marzo 2013

El doble desamparo de los menores de la DGAIA

Entrada elaborada por Defensem l’Acció Social i Comunitária (DASC), un espacio de debate, de reflexión y de defensa del sector social: de sus trabajadores y trabajadoras, de los estudiantes, del voluntariado y de sus usuarios y beneficiarios. Nuestro objetivo es reivindicar y luchar por toda la faena hecha y toda la que es necesaria hacer para evitar la exclusión social, la injusticia, La acumulación de poder y la pobreza. http://defensemacciocomunitaria.wordpress 


Según la Dirección General de Atención a la Infancia (DGAIA), un CRAE es un “servicio de acogida residencial, para la guarda y educación de sus usuarios y usuariasdonde residen temporalmente con la medida administrativa de acogida simple en institución”. Es decir, los CRAEs son centros donde viven niños y niñas cuya tutela ha sido asumida por la administración debido a que en su núcleo familiar existía un riesgo para ellos/as o no se cubrían sus necesidades básicas. Una vez acogidos, ¿cuáles son las condiciones de vida de estos/as niños/as? 

En primer lugar habría que destacar que, aunque debieran, las condiciones de vida de los menores tutelados no son siempre las mismas. En el momento en que la administración asume la tutela, ese/a niño/a es derivado a un CRAE determinado, y las notables diferencias entre unos centros y otros, y en consecuencia en la calidad de la atención a ese/a niño/a, marcarán sus condiciones de vida mientras dure su internamiento. Esta especie de “lotería” que decide los medios de que dispondrán en su vida cotidiana se aprecia con claridad en la diferencia de recursos existentes entre los centros propios (de gestión pública) y los concertados y de gestión delegada (aquellos cuyas instalaciones son propiedad de la Generalitat pero la gestión ha sido subcontratada a una empresa externa). Los primeros disponen de muchos más recursos económicos, lo que se traduce en plantillas más amplias, sobre todo en el personal de servicios (cocina, chóferes, limpieza, lavandería…) y en que las bajas laborales se cubren con rapidez. La atención a los niños y niñas es por tanto más constante y de mayor calidad. Existe una notable diferencia además en la disponibilidad de actividades extraescolares y de ocio, en la seguridad en el transporte, garantizada e incluso en la calidad de la comida y la ropa que visten. 

El actual contexto de crisis ha agravado estas diferencias. Cada centro concertado tiene un montante anual asignado (módulos) que DGAIA paga para que ese centro (y los niños/as que en él viven) cubra todas sus necesidades. Ese dinero viene determinado por el acuerdo de gestión (concurso) de cada empresa con DGAIA tras un proceso público de selección. En los últimos años los criterios de selección han ido modificándose hasta quedar reducidos casi a uno solo: el económico. Utilizar criterios esencialmente económicos para valorar la idoneidad de una empresa u otra es obsceno. 

Desde el colectivo DASC criticamos que el Govern de la Generalitat tenga un sistema de protección nde menores que actualmente prioriza sin escrúpulos el ahorro económico (según dicen sus dirigentes: “la eficacia del gasto”), y que está permitiendo que algunas entidades o fundaciones en teoría sin ánimo de lucro, las cuales ha delegado la gestión de algunos CRAEs, sigan obteniendo beneficios económicos a costa de reducir gastos en la atención directa de los niños y niñas tutelados/as o de rebajar los derechos laborales de los/las profesionales que tienen que educarlos/as. 

Este empeoramiento de las condiciones laborales de los/las trabajadores/as afecta negativamente a los menores al dificultar una estabilidad en las plantillas necesaria para la realización de una labor educativa continuada en el tiempo. Las precarias condiciones laborales y los horarios difícilmente compatibles con la vida personal, hacen que los/las educadores/as cambien de trabajo con una frecuencia mayor de lo habitual en otras profesiones. Esto supone que un/a niño/a, a lo largo de su estancia en un CRAE, vea pasar a varios/as tutores/as, con el consiguiente sentimiento de abandono y el aumento de la dificultad de generar la vinculación afectiva necesaria tanto para su educación como para su salud emocional. 

En conclusión: 
Tenemos un sistema de protección de menores, dirigido por la DGAIA, totalmente mercantilista (números vs. personas) e insensible, que prioriza el interés superior del pago de una deuda ilegítima para la ciudadanía sobre el interés superior del niño. 

Por todo lo expuesto anteriormente, desde el colectivo DASC pedimos que la DGAIA cumpla con su responsabilidad legal como tutora de estos menores y priorice “el interés superior del niño”, como bien justifican sus técnicos, cuando hacen una propuesta de retirada de la tutela a una familia. 

Para ello: 
La primera medida que debe adoptar el Departament de Benestar i Familia y DGAIA es asumir la “Resolución del Síndic sobre los impagos de la Generalitat a los Centros Concertados de acogida de niños”. Una vez cumpla con el pago del mes de julio que aún tiene pendiente de abonar a las entidades concertadas, ha de pasar a ejercer un control sobre éstas para comprobar el gasto real que invierten en la atención directa a los menores (alimentaciónropaactividades extraescolares y de ociosuministros, etc.). Paralelamente ha de instaurarse un sistema de gestión transparente sobre ese dinero que la administración les paga, para dejar constancia de que la mayor parte del cobro que reciben no se desvía a otras partidas. 

Además, consideramos que si la DGAIA sigue olvidándose de los menores bajo su responsabilidad y priorizando el ahorro económico, aplica una doble moral y a estos menores doblemente desamparados, por su familia biológica y la administración, solo se les ofrecerá caridad y una atención asistencial carente de todo proyecto educativo y lo que es más grave, de futuro.

El artículo completo se puede leer aquí

03 marzo 2013

Simplemente una experiencia en prisión


Aquí os presento la experiencia de un educador social vinculado a una entidad externa que realiza su labor en prisiones de Alicante. 

En 2006 entré por primera vez a un Centro Penitenciario como miembro de la ONG Proyecto Hombre Alicante y desde entonces estoy vinculado a los centros penitenciario Alicante I ( Fontcalent) y II ( Villena) . Entré con mucha ilusión pero también con muchas ideas preconcebidas tanto de los internos, los funcionarios, la institución en general y que con el tiempo he cambiado. La experiencia me ha demostrado que al igual que pasa en cualquier institución, las cosas funcionan o no dependiendo de las personas que estén en ese momento. Por una parte veo que falta personal y recursos para que la prisión tenga el  sentido reeducador y rehabilitador que se suponen que tienen las penas privativas de libertad y por otro uno puede aprobar una oposición pero no se aprueba la vocación: o se tiene o no se tiene. 

En estos años he tenido la oportunidad de trabajar con funcionarios, psicólogos, trabajadores sociales y educadores vocacionados y profesionales que dentro de sus posibilidades intentan hacer un buen trabajo. También, en menor medida, he encontrado personas que no creen en la reeducación y la reinserción sino en mantener la prisión como un “almacén de personas” que tienen que mantener alejadas del resto de la sociedad para que no molesten y lo que quieren es tener un turno tranquilo e irse a casa.

Respecto a los internos/as la experiencia ha sido diversa, tenemos personas que reconocen haberse equivocado y “pasan por la prisión”, es decir, están apuntadas a todas las actividades posibles, no se meten en problemas y buscan salir lo antes posible. Otras personas “viven la prisión”, hacen de la cárcel  su medio seguro de vida, se saben mover bien, están relativamente cómodos, carecen de habilidades sociales y recursos para moverse en un medio abierto y acaban siendo personas institucionalidas que saldrán de prisión ingresarán en alguna casa de acogida, comunidad terapéutica o volverá a su entorno. Pero sin haber realizado un trabajo efectivo de cambio personal tienen muchas posibilidades de volver a entrar en prisión. Reconozco que no sólo hay personas que “pasan” o “viven” la prisión pero con la mayoría que he trabajado tendían hacia una de las dos posturas.

Mi intervención en prisión se centra en motivar a los internos/as  a que piensen en cómo toman las decisiones, que vean a través de qué valores rigen sus vidas, cómo es su resolución de conflictos, cómo gestionan su vida y el papel que el consumo de alcohol y drogas hace que sus vidas, ya complejas, se compliquen todavía más. Esto lo llevo a cabo a través de talleres, seminarios, grupos de autoayuda, entrevistas personales y muchos kilómetros de patio y partidas de parchís. Es una labor muy satisfactoria que no se puede medir por éxitos o fracasos, ya que estos son pasajeros y aparecen y desaparecen a lo largo de la vida. 

Cualquier tiempo y euros dedicado a estas personas es una inversión en ayudar a cambiar de vida y cómo tal tendrían que ser reconocido por la sociedad y los gobiernos de turno porque la educación a largo plazo es mucho más barata y eficaz que seguir construyendo y manteniendo cárceles.   

Jaume 
jaumeb-g@hotmail.com
Educador Social col.0984